Intel, el que fue pionero de Silicon Valley y gigante de los chips, atraviesa su peor momento. La compañía ha acumulado pérdidas millonarias, despidiendo a un tercio de su plantilla en los últimos dos años. ¿Qué ha llevado a Intel a esta crisis?
La respuesta es sencilla: se durmieron. La compañía, que dominó la era del PC, llegó tarde a la revolución de los dispositivos móviles, perdiendo su liderazgo. Ahora, la historia se repite con la inteligencia artificial, el tren que Intel no ha logrado alcanzar a tiempo.
Para evitar la quiebra, la compañía buscó ayuda en el gobierno de Estados Unidos. El plan era construir fábricas de chips con la promesa de devolver al país la autosuficiencia tecnológica. Pero la demanda de sus procesadores ha caído en picado, y la falta de negocio ha forzado la cancelación de proyectos millonarios.
Ante esta situación, Donald Trump ha puesto su mirada en la compañía. Su administración negocia una inyección de capital sin precedentes: el gobierno de EE. UU. se convertiría en el accionista mayoritario de Intel a cambio de mantener los millonarios subsidios
Este movimiento, considerado por muchos una «nacionalización de facto», demuestra que el gobierno estadounidense no está dispuesto a dejar que uno de sus gigantes tecnológicos caiga. Trump ha llegado incluso a forzar la dimisión del anterior CEO y a respaldar a su sucesor, Lip-Bu Tan, conocido como «Mr. Chip», a pesar de sus polémicos lazos con China.
¿Podrá Intel recuperar su gloria? Mientras se cierran los acuerdos con el gobierno, Softbank, un actor clave en el proyecto Stargate de Trump, ha inyectado 2 mil millones de dólares a la compañía, un voto de confianza que podría ser el primer paso para su resurrección.
Intel está en un punto de inflexión. ¿Se convertirá el gobierno de Estados Unidos en su salvador o simplemente en su nuevo dueño?
